Una historia arraigada en la tradición
La salicultura en la isla de Ré se remonta a la Edad Media, cuando los monjes benedictinos comenzaron a acondicionar las primeras salinas. Gracias al clima suave y ventoso de la isla, así como a la riqueza de sus suelos, la producción de sal se desarrolló rápidamente, convirtiéndose en un recurso precioso para la isla y sus habitantes. Hasta el siglo XIX, la sal era un recurso esencial, utilizado no solo como condimento, sino también para la conservación de los alimentos.
Aunque la industria salinera decayó en el siglo XX con el auge de los métodos de producción industrial, las salinas de Ré se han conservado y restaurado. Hoy en día, la producción artesanal de sal continúa gracias a un puñado de apasionados salineros, que perpetúan este oficio único.
El saber hacer de los salineros
El oficio de salinero es una auténtica ciencia de la naturaleza y la paciencia. El proceso de recolección se basa en un ciclo preciso que aprovecha los elementos naturales: el sol, el viento y el agua de mar. Las salinas están formadas por estanques poco profundos donde el agua de mar se evapora lentamente bajo la acción del sol y el viento. Este proceso, que dura varias semanas, permite que los cristales de sal se formen de forma natural.
El salinero, gracias a un saber hacer transmitido de generación en generación, vigila atentamente las salinas para recolectar dos tipos de sal:
- La sal gruesa, más común, se forma en el fondo de las salinas. Se recolecta con una pala y sus cristales son más gruesos.
- La flor de sal, un auténtico tesoro, se forma en la superficie de las salinas en forma de fina película bajo la acción del viento. Se recolecta delicadamente a mano y su textura ligera y su sabor sutil la convierten en un producto muy apreciado en la cocina.